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Eco-driving, ese gran desconocido (II)

En la primera parte del post explicamos las pautas a seguir para conducir eficientemente. A continuación, analizaremos por separado los beneficios que conlleva su puesta en práctica para coches particulares y autobuses.

¿Qué beneficios conlleva el eco-driving en coches particulares?

Según el artículo científico de Alam y McNabola (2014), los ahorros de combustible y emisiones de CO2 (proporcionales al consumo de combustible) varían entre un 5% y un 34%, dependiendo del lugar y tipo de experimento. El caso más cercano lo encontramos en el proyecto europeo ICT-Emissions (con un caso de estudio de conducción eficiente en Madrid), donde se registraron ahorros del 15% en entorno urbano y 10% en la M-30.

Para hacernos una idea, si anualmente gastamos 1.500 euros en gasolina (equivalente a unos 25 depósitos), estaríamos ahorrando entre 150-200 euros al año. Además, las emisiones de CO2 (y otros componentes) también serían a priori menores, por lo que la contaminación del aire se vería reducida.

¿Qué beneficios conlleva el eco-driving en autobuses?

Según un estudio de Sullman et al. (2015), los cursos de conducción eficiente para conductores de autobús son una herramienta muy efectiva para lograr ahorros de combustible y emisiones a corto y medio plazo. En particular, observaron ahorros del 11,6% de combustible inmediatamente después de impartir el curso de eco-driving y 16,9% transcurridos 6 meses.

A título personal he de confesar que, después de haber trabajado en este tema, inconscientemente reconozco si se aplican técnicas de conducción eficiente cuando viajo. Y aunque sé que en Madrid se imparten cursos de eco-driving para conductores de autobús de la EMT, mi sensación es que las técnicas aprendidas no se aplican en un 90% de los casos. Es muy evidente, por ejemplo, cuando un conductor sigue acelerando a pesar de encontrarse frente a un semáforo en rojo. En definitiva: los cursos se imparten, pero no se controla su puesta en práctica.

Una posible solución pasaría por informar a los conductores de sus progresos de conducción eficiente (incluso en tiempo real) y hacerlos partícipes de un porcentaje de los beneficios conseguidos (retribución variable), con el objetivo de asegurar su cumplimiento. Este sistema no es nada nuevo, pues ya se han realizado pruebas piloto en Córdoba, Valencia y Zaragoza. Por poner un ejemplo, en Madrid la EMT se gasta más de 30 millones de euros en gasóleo al año (según el Informe de Gestión de 2013). Si al menos un 50% de los conductores aplicara técnicas de conducción eficiente, y con un porcentaje de ahorro conservador (10%), se ahorrarían alrededor de 1,5 millones de euros anuales. Y en este sencillo cálculo no estaríamos teniendo en cuenta los ahorros de gas natural comprimido.

Pero…

…no todo son beneficios. Si todos los ciudadanos condujeran eficientemente los efectos podrían ser contraproducentes, tal y como se concluye en la tesis de Álvaro García (2016). En horas valle y durante la noche los beneficios serían similares a los presentados con anterioridad. Sin embargo, en horas punta la capacidad crítica de una vía disminuye a medida que el porcentaje de conductores eficientes aumenta. Este hecho se traduce en aumentos de consumo de combustible y emisiones, que varían en función del tipo de vía.

En resumen, el eco-driving es una medida efectiva a corto, medio y largo plazo para reducir las externalidades del sector transporte en ciudades. Y ya es hora de que sea conocido (y aplicado) por todos.

Sobre el autor
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos especializado en Transportes. Actualmente realizando estudios de doctorado en el Centro de Investigación del Transporte (TRANSyT), en el área de Gestión de la Movilidad, donde además participa en varios proyectos relacionados con la ciudad y su movilidad.

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One thought on “Eco-driving, ese gran desconocido (II)

  1. Los coches de Car2Go llevan un indicador de eco-driving que te informa en tiempo real de lo bien que lo haces, así como una guía sobre la misma. Lo malo es que como te cobran por minutos, sin bonificación por conducir eficiente, cada minuto perdido te incrementa el coste.

    Luego tienes diseños urbanos contrarios al eco-driving, como la calle Tampico, en un tramo de 500m entre López de Aranda y Alcalá te encuentras con la siguiente progresión de límites de velocidad: 40, 30, 40, 20, 40, 30, 30, 40. ¿Qué sentido tiene poner una velocidad en una vía y luego poner obstáculos para reducirla cada 100 metros? ¿No sería más sensato limitar toda la vía a 30? Al menos se ahorraría el metal de tanta señal…