A primera vista, podría parecer que un modelo de ciudad en el que el coche tuviera menos protagonismo, los peatones disfrutasen de aceras anchas y seguras, con más zonas, verdes, transporte público eficiente y movilidad en bici es algo a lo que poca gente se opondría. Parece una utopía europea, una de esas imágenes renderizadas de ordenador con la que se ilustran los carteles de reforma de calles. El problema es que todo el mundo imagina este tipo de ciudad… con ellos siendo uno de los pocos que no renuncian a ir en coche.
La movilidad sostenible es impopular, por una parte, porque muchas de las medidas para conseguirla son impopulares. Cuando se propone eliminar plazas de aparcamiento, reducir el número de carriles o peatonalizar calles siempre hay oposición. Y drama, mucho drama: se van a hundir los negocios de la zona, mi pobre madre en silla de ruedas no podrá llegar a casa, habrá más atascos… da igual que los estudios demuestren lo contrario, que las peatonalizaciones en otras zonas de la misma ciudad hagan evidente que son buenas para el comercio. Es un drama que después es evidente que era infundado, pero sobre el que nadie reconoce su error. Y es que de alguna manera hemos interiorizado los privilegios de los que gozan los coches y nuestra mente los ha convertido en derechos. Por eso parece que cualquier actuación destinada a reducir su importancia u ocupación del espacio público es una afrenta.
Y es que para mucha gente, defender la movilidad sostenible solo es decir frases genéricas como «lo que tenían que hacer es bajar el precio del transporte público», «cuando haya más carriles bici ya cogeré la bici» o «que mejoren el servicio y ya iré en metro». Así, en general, sin concretar nada más. Que hagan ellos su parte que cuando esté hecha ya haré yo la mía. Pero por supuesto, que mejoren el servicio, hagan carriles bici y bajen las tarifas sin reducir espacio a los coches ni que yo deje de poder ir en coche al trabajo ni aplicar tasas al vehículo privado.
Hay que dejarse de eufemismos: para que haya un cambio modal, para que podamos tener una ciudad sostenible, debe haber menos coches en las calles. Menos personas usando el coche.
Hay que desincentivar el uso del coche aunque solo sea por una cuestión física de espacio. Más del 80% del espacio público en nuestras ciudades se dedica a los coches, máquinas de uso privado y exclusivo que se pasan el 96% de su vida útil aparcadas. Sin dar ningún servicio a su dueño ni por supuesto a la comunidad que le cede el espacio. Lo justo es que el espacio público que nos pertenece a todos se emplee principalmente en medios sostenibles que beneficien a la ciudad, no en aquellos con externalidades negativas que, por mucho que se diga lo contrario, no llegan a cubrir sus impuestos.
Por eso, apostar de verdad por un cambio modal, por una movilidad sostenible, requiere un compromiso en serio más allá de la reivindicación general de que «mejoren el servicio». Requiere también estar dispuestos a aceptar cambios en nuestra vida y en nuestra ciudad, a repensar cosas que se consideran inamovibles y a tomar decisiones impopulares.
Porque cambiar de verdad, darle importancia a la bicicleta, al peatón y al transporte público, son medidas populares como la mejora del transporte público y la construcción de infraestructuras ciclistas; pero también algunas impopulares como peajes urbanos, bajada de velocidad, parquímetros y restricciones a la circulación de coches. Son medidas que sabemos que son efectivas, porque han funcionado en nuestras ciudades y en muchas otras, y que son la clave del éxito de muchas capitales europeas en movilidad sostenible. La experiencia de las últimas décadas nos enseña que cuando al coche no se le ponen limitaciones, tiende a expulsar al resto de medios de la calzada, ocupar todo el espacio disponible y todo el que se le quiera dar. Las infraestructuras viales no alivian la circulación, sino que tienen un efecto llamada que genera movilidad inducida: los destrozos en los cascos históricos de las ciudades para hacer aparcamientos de coches son solo un ejemplo de ello.
No hay que tener miedo a actuaciones impopulares a priori. Cada actuación decidida llevará siempre las protestas de algunos, pero hay que saber ver más allá, que hay mucha más gente que se beneficiará de ello y no tiene la misma capacidad de lobby (algo que por nuestra parte estamos intentando remediar con este proyecto). Por lo general, el ser humano es conservador y teme cualquier cambio, pero también se adapta mucho mejor de lo que cree a él.
Las personas que tienen coche y lo usan en nuestras ciudades son una minoría, pero están mejor organizadas, y su punto de vista suele ser el predominante. Por eso cuesta tanto atreverse a dar una opinión diferente: es impopular. Hemos llegado a una situación de asunción de los privilegios en las que hay gente que rechaza incluso medidas en las que serían beneficiados.
Pero es difícil luchar contra el populismo. En las últimas semanas nos hemos encontrado ejemplos de ello. Con motivo de la puesta en marcha de BiciMad, el periódico 20 Minutos titulaba su noticia destacando no el número de bicis o el área cubierta, sino las plazas de aparcamiento (de coches) que se habían perdido para instalar las estaciones de bicis. En Sevilla, nos encontramos con un partido ecologista (¡ecologista!) haciendo campaña en redes sociales contra las tasas a los coches:
Nosotros apostamos por este cambio por dos razones. En primer lugar, porque los afectados para mal (quienes tendrán que dejar de usar el coche o se verán afectados por las restricciones) son una minoría. Una minoría cuyo punto de vista es el más extendido, sí, pero quienes de verdad se ven afectados por el cambio son menos que los beneficiados.
Y esto es porque, en una ciudad sostenible, los beneficiados son todos los ciudadanos, que disfrutan de una mejor calidad de vida, con un pequeño comercio más fuerte, menos enfermedades derivadas de la contaminación, menos accidentes y ruidos y más espacio público para el uso de todos.
Proponemos pasar de una situación con unos pocos privilegiados a otra en la que todos nos beneficiemos. Pero sabemos que este proceso conlleva cambios y pérdida de privilegios, y habrá que dejarse de populismos para conseguirlo.
Buenas días:
Estoy de acuerdo 100% en lo que comentas Fernando, aunque opino que somos todos los que debemos sumar para conseguir cambiar nuestras ciudades.
Por un lado, las instituciones públicas deben creer realmente en la movilidad sostenible. Tienen que pasar de la frase populista a los hechos. Demostrar de una vez que quieren apostar por ella con acciones, con medidas que se empiecen a ver y que animen al ciudadano a optar por uno de los medios transporte sostenible.
Por otro, somos los ciudadanos los que también tenemos que dar el paso. Y soy el primero que considero que no es fácil. Yo me muevo a diario en bici por Madrid para ir al trabajo y la verdad es que es una ciudad en la que el coche es el rey. El miedo a lanzarte a la calle y meterte entre cientos de coches que se sienten los amos de la ciudad existe y creo que echa para atrás a mucha gente (conozco casos). La ciudad está diseñada para ellos por muchas marcas viales que quieran poner, pero tenemos que hacernos respetar. Si cada día somos más los que cogemos la bici para movernos por las ciudades, llamaremos la atención de nuestros políticos. Pero claro, ahí es dónde se enfrentan las ganas de reivindicar el uso de las bicis con el miedo a meterte de lleno en una ciudad donde el coche lo domina todo.
Si damos ese paso, el de superar ese miedo y decir aquí estamos, creo que también pondremos nuestro granito de arena para lo que tú bien dices es una medida impopular, se transforme en una medida popular.
En parte, nosotros es lo que intentamos conseguir con nuestro pequeño proyecto bajo el lema: «Una bici más es un coche menos» https://www.youtube.com/watch?v=LRgbSpJAyD0
Un ejemplo de que la ecomovilidad es posible :
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/carballo/2014/10/03/ruidos-urbanos-ninos-pajaros/0003_201410C3C2994.htm
» los destrozos en los cascos históricos de las ciudades para hacer aparcamientos de coches son solo un ejemplo de ello»
Totalmente de acuerdo. Estoy harto de que los ayuntamientos destrocen plazas y avenidas metiendo en el subsuelo aparcamientos. Se apoyan en las peatonalizaciones, pero es un mero pretexto. Lo que realmente buscan es extraer plusvalías del subsuelo, ya que de entrada nadie lo aprovecha. ¿Nadie? En realidad sí. Los árboles. Para montar esas infraestructuras, hay que «desahuciar» las raíces de los árboles. Pero claro, estos no votan. Y a los votantes es muy fácil engatusarles con una infografías fraudulentas que lo pintan todo de p*** madre.
En Madrid concretamente la siguiente víctima para los años venideros es la Plaza de España.
Es cierto, el coche es un invento que nos ha dado muchas facilidades de transporte… y ya está, porque lo demás son todo desventajas, tales como la contaminación, los atropellos y la ocupación del espacio público. No voy a volver a redactar todas las desventajas, ya que ecomovilidad nos las ha recapitulado en numerosas ocasiones, pero si hago llamamiento a la cordura… El coche debe ser utilizado de manera racional, no es un derecho, es un privilegio, por tanto busquemos el equilibrio para crear ciudades sostenibles y respetuosas.
Es increíble la cantidad de espacio que ‘roba’ a las personas… Si no hubiera sido por anteriores medidas ‘impopulares’, no disfrutaríamos de una Puerta del Sol viva, con vitalidad… No disfrutaríamos de una Plaza Callao amplia, donde quedar con nuestros amigos y familiares… No disfrutaríamos de Madrid Río (cuyo presupuesto e inversión final es discutible, pero no es el momento), y así un largo etcétera.
Al principio, el cambio es difícil, pero se ha comprobado, por propias experiencias y sin necesidad de estudio, que las zonas peatonales activan el comercio, dando vitalidad a zonas antes repletas de coches, por tanto, lanzo unas preguntas:
· ¿Votarías por volver a construir ‘scalextrics’?
·¿Votarías por hacer de nuevo calzada en la calle Preciados?
·¿Devolverías la Puerta del Sol a los coches?
Antes de responder reflexiona, piensa en los momentos y sensaciones que has tenido en cada lugar y busca la razón de peso por la que una máquina de tonelada y media debe ‘expulsarte’ de ese lugar…
Un saludo
Buenos dias:
Vivo en el centro de Madrid y no dispongo de coche. Pero estoy a favor de los coches. Por las siguientes razones:
Primero: seguramente el 90% de los que cogen el coche lo cogen por necesidad no por placer, como parece ser que es el documento.
Segundo: Si no existen alternativas a coche, nos e puede ni plantear este tema (trasporte nocturno por ejemplo).
Tercero: La movilidad solo se asocia al movimiento de personas. Pero que pasa cuando hay que ademas desplazar materiales como son muebles (recordemos que la tele-transportación aún no existe, y la gente neceista objetos para poder vivir).
Cuarto: Prohibir sin alternativas solo crea problemas. Así no se incrementa ni el empleo ni la calidad de la gente.
Por lo tanto, son ideas muy bonitas, utopicas y maravillosas para el mundo de la piruleta y las gominolas.
Pero en un mundo real, el mayor perjudicado son los conductores, no los comerciantes.
Un saludo.
Alberto Martín.
Primero: no es lo mismo la necesidad de desplazarse, que la necesidad de desplazarse únicamente en coche.
Segundo: alternativas siempre hay, ya sean taxis, búhos, coches de alquiler, metro o bicicleta. Otra cosa es que interese o no utilizarlas.
Tercero: dudo mucho que los vecinos del centro tengan que transportar muebles todos los días. Aun así, existen permisos para acceder al centro (10 veces por mes y residente), empresas de mudanzas, furgonetas de alquiler…
Cuarto: mantener privilegios habiendo alternativas perjudica a la calidad de vida del conjunto de los ciudadanos.
No se pide nada utópico, sino aplicar criterios ya existentes en otras muchas ciudades. «Los conductores» no son una casta intocable, son personas como tú o como yo y pueden utilizar otros modos de transporte mas allá de su sagrado vehículo particular.
Habrá que recuperar la ciudad para las personas, y superar la dictadura de la contaminación, y el abuso en el uso del coche.
Mucha salud !
A los comentarios que aplauden las restricciones físicas, pero no los pagos por usar el coche, por aquello de no discriminar al pobre frente al que tiene:
No hay medida de restricción que no se pueda superar con pasta. Quitar plazas de aparcamiento de la calle supone privilegiar a las concesiones de los parkings subterráneos y a quienes se los pueda pagar. Prohíbe usar tu coche privado y quien tenga pasta usará el taxi.
Lo importante es que esa discriminación genera un beneficio global indudable. Y no hacerlo nos perjudica a todos, empezando por los que tienen menos pasta. Por la tontería de «los pobres tienen derecho a usar el coche gratis» estamos donde estamos, gastándonos cantidades de dinero pública desmesuradas en carreteras y con un tte público con cada vez menos viajeros, porque muchos prefierimos usar el coche gratis a pagar el abono ttes. Lo que lleva a subir las tarifas y a joder al que queríamos proteger, o sea, al que tiene menos dinero.
Así que cuidado con los análisis que se quedan sólo en lo fácil.
Una generalización como «no hay medida de restricción que no se pueda superar con pasta» me parece algo mucho más superficial que rechazar una medida «solo» porque beneficie a la gente con dinero. Dos de las medidas que mencionaba como positivas, limitar la velocidad y hacer carriles exclusivos para autobuses, serían completamente independientes de la renta si las infracciones en lugar de multas conllevaran una retirada del carnet. ¿Son las únicas? No lo sé, igual, habría que mirarlo. Pero de entrada me sirven para no tragarme el rotundo «no hay».
No considero en absoluto que sea negativo que la gente con dinero que dejara de usar su coche empezara a usar taxis. Yo no aspiro a eliminar los taxis; son, a su modo, un transporte «público» desde el momento en que un taxi es un vehículo que pueden usar gran cantidad de personas a lo largo del día, frente a los coches privados que solo usa una persona. Un tema completamente diferente sería discutir si en una ciudad sin coches privados debería cambiarse el modelo de taxi para que pudiera ser algo asequible, pero no veo que fuese por ahí el tema.
No veo ninguna relación en absoluto entre el «los pobres tienen derecho a usar coche gratis» y el gasto desmesurado en carreteras. De hecho, no solo soy incapaz de ver cómo puede compararse una medida activa, como tener que pagar para entrar en la ciudad, con una medida pasiva, como no construir una carretera, sino que ni siquiera veo dónde estaría la discriminación en esta última. Pero, por si acaso, considero prudente aclarar que en ningún momento he querido transmitir el mensaje de que «los pobres tienen derecho a usar coche gratis», más bien quería decir que «los ricos NO deberían derecho a usar el coche aunque paguen». Pero en una sociedad en la que todo el mundo cree que será rico algún día, hay cosas aún más impopulares que la movilidad sostenible.
Por último dices que, a pesar de la discriminación, se genera un beneficio global. Y sí, lo reconozco, pero mantengo que ese beneficio también se puede conseguir sin pasar por la discriminación, y que no intentarlo es meramente usar el beneficio como excusa para colar la discriminación. Cada uno tendrá sus prioridades, pero para mí una estrategia que pase por favorecer la desigualdad social desde los poderes públicos es algo que no me interesa lo más mínimo, sea lo que sea lo que pretenda resolver.
No se trata de que los gobernantes lleven a cabo medidas impopulares; lo que tienen que hacer es llevar sus medidas en su programa electoral y que seamos los ciudadanos quienes elijamos qué tipo de movilidad queremos. En democracia elegimos nosotros, no los gobernantes. Si la mayoría de electores eligen que el modelo de movilidad que quieren es el basado en el coche, así tendrá que ser, hasta que sean mayoría los que elijan un modelo distinto. Parece razonable, ¿no?
No estoy de acuerdo al 100%. Es verdad que es un tema impopular, y que hay ideas que se encuentran resistencia y merecen ser defendidas. Pero creo que podemos caer en el error de pensar que solo porque una medida sea impopular y parezca destinada a mejorar la movilidad merece ser defendida, y no. Me explico. Hay medidas, como la limitación de velocidad, los carriles exclusivos para autobús o (con algún matiz) las APR que se están implantando en Madrid, en las que sí veo una intención real de avanzar en la movilidad sostenible. Pero también hay otras medidas en las que encuentro la sostenibilidad como una mera excusa para beneficiar a sectores concretos.
Un caso concreto: los peajes urbanos. Se puede vender como una idea maravillosa para reducir coches porque, es verdad, reducen los coches. Pero al final quien puede permitírselo sigue yendo en coche y, encima, tiene que sufrir menos atascos porque hay menos coches. Sí, tendrá que pagar, pero para quien no le importe pagar son todo ventajas, así que me parece algo bastante retorcido. Otro caso: los parquímetros. En este caso se suele decir que un coche aparcado está ocupando suelo que es público para su uso propio (¡y es verdad!), pero si la «solución» pasa por encargarle a una empresa privada que se encargue en exclusiva de gestionar el suelo que debía ser público, más que devolver ese suelo a los ciudadanos a mí me da toda la sensación de que lo que se está haciendo es privatizar (mucho más) algo que no queríamos que fuese privado en primer lugar.
Creo que el problema de casos como estos últimos es que, a veces, planteamos preguntas equivocadas y eso hace que acabemos encontrando soluciones incorrectas. Pongo un ejemplo que, aunque se aparta del tema de la entrada, me gusta usar. Hace apenas unas décadas muchísima gente no podía pagar billetes de avión y no volaba nunca. Con la llegada de las aerolíneas de bajo coste, gente que nunca había volado empezó a hacerlo, llegando la cifra de estos nuevos voladores a millones de personas en países como India. Así que, cuando la gente con rentas bajas empezó a volar, el tráfico aéreo mundial se disparó y, con él, la contaminación de estos aviones empezó a ser mucho más preocupante. La pregunta es, ¿el problema es que hay demasiados pobres que vuelan, o que hay demasiada gente que vuela?
Saludos.
De acuerdo en todo salvo en lo de la zona azul. Me parece bien que se eliminen plazas de aparcamiento en suelo público. Pero no por ello estoy de acuerdo en que las que queden haya que pagar por aparcar.
Prefiero que no aparque nadie a que lo haga solo «quien pueda», y entrecomillo porque es evidente que quien puede mantener un coche puede pagar la zona azul. La zona azul simplemente me parece una forma muy fácil de dar dinero a los amigotes de la concesión, que sólo recaudan.
Me diréis que es una medida disuasoria y bla bla, pero lo realmente disuasorio es que no haya donde aparcar.
PD: menos mal que ya no tuiteais la noticia de que el Ayuntamiento de Madrid no gastaba con las nuevas marquesinas…una vez más y me daba un ictus.
Un saludo
Alberto