El transporte representa el 26% de las emisiones globales de CO2, siendo uno de los pocos sectores en que las emisiones siguen creciendo. En mayo pasado, en el Foro Internacional del Transporte en Leipzig, el Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki-moon pidió a los ministros de transporte de todo el mundo que intensifiquen sus esfuerzos en la lucha contra el cambio climático y encontrasen soluciones más ecológicas para prevenir el cambio climático.
A pesar de su importancia, el transporte ha sido excluido en cada acuerdo internacional sobre el cambio climático, sin cálculo objetivo de su impacto medioambiental global. Por ello, una política de eficiencia energética sería el requisito previo para conseguir la ambiciosa estrategia climática de la UE para 2030. Sin embargo, no es sólo una cuestión de CO2. El transporte también genera una gran cantidad de externalidades negativas (como el ruido, la congestión, la contaminación…), nunca mencionadas, pero que tienen un gran impacto negativo en nuestra calidad de vida, sobre todo en las grandes ciudades.
Teniendo esto en cuenta, una discusión coherente y profunda sobre el transporte sostenible es esencial. La comprensión de este tema desde la perspectiva de la Unión Europea puede apórtanos un contexto político más amplio. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), las emisiones del transporte constituyen la segunda fuente de gases de efecto invernadero en la UE. Los principales contribuyentes a las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes del sector del transporte son el uso del automóvil, el transporte por carretera y el aéreo. Tal y como afirma la Agencia Europea de Medio Ambiente:
«El transporte representa alrededor de un tercio de todo el consumo final de energía en los países miembros de la AEMA y más de una quinta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. También es responsable de una gran parte de la contaminación del aire urbano, así como de la contaminación acústica. Por otra parte, el transporte tiene un grave impacto en el paisaje, ya que divide las áreas naturales en pequeños terrenos, con graves consecuencias para los animales y las plantas.» (Fuente: AEMA)
Las políticas existentes que abordan las emisiones del sector del transporte no son suficientes para cumplir los objetivos establecidos para 2020 y 2030. Hasta ahora, las medidas tributarias (por ejemplo, el impuesto sobre el combustible) han sido las más recurrentes para reducir las emisiones. Algunos responsables políticos argumentan que las políticas de transporte existentes parecen tener un impacto positivo en la reducción de emisiones. Según esta visión, la solución es continuar desarrollando la regulación específica sobre el transporte (por ejemplo, mediante el aumento de los estándares de eficiencia de combustible). Sin embargo, organizaciones como World Wildlife Fund (WWF) prevén diversos impactos negativos:
«Los problemas en la asignación y la propiedad de las emisiones, las distorsiones del mercado y el impacto de los precios, la reducción de emisiones directas improbables en el sector del transporte.» (Fuente: WWF)
Las medidas impositivas pueden ser sólo una solución a corto plazo, ya que los impuestos a los combustibles dependen de los precios del petróleo. Por lo tanto, mientras que la inclusión del transporte en las negociaciones globales es costosa y compleja a corto plazo, será más eficaz en la reducción de emisiones a largo plazo. Esta ventaja ha sido ignorada con frecuencia en los debates. A medida que la política se convierte en una ventaja sólo en el largo plazo, ésta es rechazada de facto en las negociaciones al no considerarse beneficiosa en términos políticos.
Sin embargo, la exclusión del sector del transporte en las negociaciones sobre el cambio climático parece estar cambiando. La reducción de emisiones de carbón generadas por el transporte se debate cada vez más, sobre todo en los debates preparatorios para la COP21. Por tanto, la presión para mitigar el cambio climático aumenta cada vez más sobre todos los actores del sector del transporte, representando una gran oportunidad para su reconversión y adaptación a un mundo más ecológico.
Autor: Philippe Mangeard
Imagen: Nic Bothma/EPA
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