Como hace dos años, el túnel de cercanías que une las estaciones de Atocha y Chamartín por Recoletos (también conocido como Túnel de la Risa) va a cerrarse entre los días 3 y 23 de agosto para realizar obras por parte de Adif. En esta ocasión, el perjuicio será menor que en la ocasión anterior, ya que disponemos del nuevo túnel paralelo por Sol.
Si eres usuario habitual del tramo Atocha-Recoletos, te habrás percatado del bamboleo que se produce en los coches del tren justo antes de entrar a Recoletos y de la escasa velocidad a la que se realiza este tramo. Pues bien, esta lentitud y ese movimiento es lo que va a tratar de reparar Adif en estos días.
Pero ¿por qué ocurre esto? Sencillo. Bajo Madrid, además de restos arqueológicos, hay agua, mucha agua. Colectores y conducciones de agua, con más o menos fugas, y ríos subterráneos, canalizados y sin canalizar, discurren bajo las calles de nuestra ciudad y afectan a las construcciones, como en nuestro caso al Túnel de la Risa. Veamos cómo.
¿Qué le pasa al túnel?
El Túnel de la Risa es una construcción peculiar: se realizó en varias fases y con varios métodos, puesto que se tardó en construir ni más ni menos que 33 años: las obras comenzaron en 1934 de la mano de Indalecio Prieto y acabaron en 1967, ya en pleno periodo de la España del desarrollismo tardo-franquista. El tramo que nos ocupa del túnel, a diferencia de otros, carece de contrabóveda (suelo) lo que le hace especialmente susceptible a las filtraciones y a los desplazamientos del terreno: el balasto (las piedras sobre las que se apoyan las vías) y los raíles se sitúan directamente sobre el terreno compactado, en lugar de sobre una sólida (y aislante) capa de hormigón.
Esquema básico de las partes de un túnel – Fuente: Elaboración propia
Esta situación, que en otros tramos no es un gran problema, sí que ha complicado las cosas en los alrededores de Recoletos (aproximadamente bajo la plaza de Cibeles). Y es que por esa zona, además del Arroyo de la Fuente Castellana (que se encuentra canalizado desde hace tres siglos) en dias de lluvia aparecen diversos flujos subterráneos de agua no permanentes: uno, procedente de la Gran Vía y el otro de Príncipe de Vergara.
Flujos permamentes de agua en la ciudad de Madrid – Fuente: Instituto Geológico y Minero de España
Estos flujos temporales de agua provocan un lavado del suelo en la zona del túnel que provoca la aparición de una subsidencia del terreno (lo que podríamos llamar un «bache») que hunde el balasto y las vías del túnel. Este «bache» provoca que se tenga que trabajar (en horario nocturno) sobre este tramo añadiendo balasto nuevo para compensar el hundimiento y tratar de que afecte lo menos posible a la circulación ferroviaria, aunque como padecemos la limitación de velocidad a 30 km/h está ahí. Por supuesto, esto no supone ningún riesgo para el túnel ni para la seguridad de los trenes, pero es un inconveniente que impide aprovechar la infraestructura al 100% de su capacidad.
Arreglando el ‘bache’
La obra es relativamente sencilla: se trata de levantar la vía del tramo y eliminar el balasto hasta encontrar el suelo del túnel. Allí se instalará una losa de hormigón de 100 metros de longitud que hará las funciones de contrabóveda para evitar futuras subsidencias y se mejoraran los denajes para encauzar las filtraciones. Y por supuesto, encima de ella se repondrá la vía y el balasto. El gran reto de la obra es que todos los materiales tendrán que entrar y salir a través de cintas transportadoras, recorriendo los pasillos y vestíbulos de la estación de Recoletos.
La obra ha sido adjudicada, por la vía de urgencia, a la constructora Comsa por la cantidad de 299.965,66 €. Para asegurarse de que los usuarios podrán volver a utilizar el tren el 24 de agosto, se ha establecido una penalización para la empresa de 12.000 euros diarios si exceden este plazo.
Y… ¿cómo me muevo yo estos días?
Renfe Cercanías ha desarrollado un Plan Alternativo de Transporte para intentar que estas obras de mejora afecten lo menos posible a los usuarios del Túnel de la Risa. Sus lineas básicas son las siguientes:
Los trenes procedentes del Corredor del Henares (líneas C2 y C7) finalizarán su recorrido en la estación de Atocha. Los viajeros que deseen continuar a Chamartín y Nuevos Ministerios habrán de transbordar a los trenes de las líneas C3 y C4 (dirección Alcobendas, Colmenar y Chamartín), mientras que si desean ir a Recoletos habrán de transbordar al Servicio Especial de Autobuses (SE) que efectuarán su salida en el intercambiador de atocha y que conectaran con la estacion de Recoletos con frecuencias de 8 minutos en hora punta y 15 en hora valle. Estos autobuses serán gratuitos
Este mismo procedimiento lo tendrán que efectuar los viajeros de municipios como Majadahonda, Pozuelo o barrios como Arganzuela, que dependen de los trenes que pasan por Principe Pío (C7 y C10), los cuales tambien finalizarán su recorrido en Atocha.
En cambio, el procedimiento es el contrario para los usuarios de las líneas que pasan por Ramón y Cajal (C8 y C7), cuyos servicios finalizan en la estación de Chamartín. En este caso deberán transbordar a los trenes con destino Aranjuez y Parla (C3 y C4) para poder llegar a Nuevos Ministerios y Atocha. Si deseamos ir a Recoletos la solución que recomendamos desde aquí es hacer transbordo en Sol a la Línea 2 de Metro, la cual nos acercará a Banco de España en un tiempo menor al que emplearíamos en continuar hasta Atocha y allí tomar el SE. El inconveniente: el coste, puesto que habremos de pagar el billete del metro.
Dejando claro que estoy muy a favor de una integración tarifaria en Madrid, voy a intentar salir de ese tema para volver al del post.
Como amante del urbanismo siempre me ha fascinado la forma en la que Madrid está «modelado» por sus arroyos. Es curioso que prácticamente toda la M-30, así como el eje principal de la ciudad (Prado-Recoletos-Castellana) se asienten sobre antiguos arroyos, aunque evidentemente esto tiene jutificaciones «históricas»: lo que en su día eran fronteras naturales se soterró aprovechando el hueco para hacer grandes vías de tránsito.
En el caso del Arroyo Verdugal (siempre lo he conocido con ese nombre y no con el que citáis en el artículo, aunque Arroyo de la Fuente de la Castellana tiene más «sentido»), me parece especialmente impresionante que se soterrara ya en la época de Carlos III, y que en su desembocadura al Arroyo Abroñigal en el actual Puente de Vallecas (donde por cierto también desembocaba el Arroyo del Cas, que bajaba por la actual Avenida de la Albufera) existiera en su día un estanque…
¡Lo que ha cambiado Madrid!
No te preocupes por cambiar de tema. Es una aportación muy interesante 🙂
Bueno, confío en colaborar, pero debo reconocer que el proyecto lo habéis puesto en marcha vosotros, por lo que es correcto hablar en tercera persona. Pero sé que hablaréis (hablaremos) y mucho, de integración tarifaria 😉
>>> «El inconveniente: el coste, puesto que habremos de pagar el billete del metro.»
Algo que con voluntad podría solucionarse. Confío en que en estas páginas se hable de integración tarifaria. Una integración que resulta insólito que no exista en una capital europea como Madrid.
Enhorabuena por el artículo. Ojalá se explicase todo con tanta claridad. Buena suerte con el blog.
Antonio, para nosotros la integración tarifaria tiene un papel preferente puesto que como bien indicas es una cuestión de voluntad. Y este papel preferente tendrá, como es lógico, traslación a las propuestas que desde este ecomovilidad.net realizamos.
Esperemos que entre todos (ciudadanos, bloggers, medios de comunicación, partidos políticos…) podamos hacer la presión suficiente como para que la tan ansiada integración tarifaria sea una realidad en nuestra Comunidad.
Un Saludo!
Se me hace raro que hables del blog en tercera persona, Antonio. Ya sabes que este proyecto está abierto a todos y esperamos tus artículos cuando quieras 😉
Felicidades por este reportaje, se explican las cosas tal y como se van a hacer, tal cual y sin rodeos, y con información práctica para el usuario.
Si todas las entradas del blog son como esta, os auguro un buen futuro dentro de la blogosfera madrileña. Ánimo!