1. La unión del tranvía. Todavía hay mucha gente que cree que el tranvía es tan innecesario como desfasado. Lo que no tendrá en cuenta esta gente es que este medio de transporte permite a ciudadanos de zonas de L’Hospitalet, Esplugues, Cornellà, Sant Joan Despí, Sant Just Desvern, Sant Feliu, Sant Adrià del Besòs y Badalona interrelacionarse e ir a Barcelona de forma cómoda y rápida, con una frecuencia de paso más que buena. Antes, en cambio, tenían que coger autobuses con poca frecuencia de paso y sin tantas paradas donde bajarse. Es por eso que, rotundamente, el tranvía en Barcelona es uno de los mayores aciertos de los últimos años, teniendo en cuenta que la construcción de metro a estas zonas es inviable económicamente debido al gran coste constructivo y a la poca afluencia de pasaje. Además, la unión del Trambaix con el Trambesòs es absolutamente necesaria, puesto que entre las plazas de Francesc Macià y Glòries hay déficit de transporte, ya que (y esto es un pez que se muerde la cola) los autobuses van tan lentos que es desesperante ir en ellos.
2. Los comerciantes. Algunos de ellos encabezan las críticas a la reforma porque no quieren ver como seis años de obras les harán disminuir drásticamente las ventas, cosa completamente comprensible, aunque la reforma está prevista en fases de seis-nueve meses como máximo delante de una misma fachada. ¿Por qué para ellos es tan importante la reforma? Porque la pacificación de la zona, junto con el ensanchamiento de las aceras y la ampliación del transporte público hará que la actividad comercial repunte y se convierta en el motor económico de la zona, como ya sucedió con los casos del Portal de l’Àngel, el Paseo de Gràcia, Sant Andreu, Sarrià, Poblenou, entre otros. Recordemos que en todos estos casos los comerciantes también se oponían a las reformas que se llevaron a cabo y es evidente que ahora ninguno de ellos aceptaría una transformación a la inversa.
3. El vehículo privado. Aunque es cierto que mucha gente tiene el vehículo privado como única opción para acceder a la ciudad de Barcelona, también es cierto que todos los desplazamientos internos, sin excepción, pueden realizarse en transporte público y la mayoría de los de acceso y salida podrían realizarse también en transporte público. Entonces, ¿por qué no se usa más éste? La respuesta es tan simple como obvia: por comodidad. Es mucho más fácil, aunque también mucho más caro, salir del aparcamiento de casa e ir al aparcamiento del trabajo en, supongamos, 15 minutos que coger el metro, que está, por ejemplo, a 10 minutos de casa y tardar 30. La pregunta que debemos hacernos es: ¿Vale la pena que por la comodidad de un irrisorio 19% de personas tengamos que salir perjudicados todos los demás? Porque, no nos engañemos, el uso masivo del transporte privado nos perjudica a todos: ruido, contaminación, saturación de las calles, mal funcionamiento de los autobuses, invasión de las aceras, etc.
4. La crisis. ¿Es necesario hacer esta reforma justo ahora, en plena crisis? Pese a que la decisión de la reforma tiene aires claramente electoralistas, sí, es necesario. Precisamente en un momento como éste, en que hay más de un 15% de parados en Barcelona (la mayoría, del sector de la construcción) que necesitan ser reciclados y reasignados a otros sectores, es necesario un esfuerzo inversor en infraestructuras, que son la columna vertebral del día a día de todos los ciudadanos. Por otro lado, ¿es acertado el referéndum? Pues, en mi opinión, según se mire. Sí que es necesario éste porque la ciudadanía tiene derecho a elegir cómo quiere que sea su ciudad, aunque no parece sensato invertir 2 millones de euros en una consulta, y mucho menos permitir a los menores de 18 años opinar sobre temas que, realmente, desconocen al menos en su real magnitud y alcance.