La movilidad también se escribe en femenino

Por Berta Gámez, Alicia González y Henar Martín

El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer y desde Ecomovilidad no queríamos desaprovechar la oportunidad de reivindicar que en movilidad y urbanismo también se habla en clave de género.

En esta nueva etapa de Ecomovilidad, coincidimos una arquitecta madrileña, una ingeniera civil canaria y una geógrafa sevillana, que desde distintas disciplinas y realidades territoriales compartimos la necesidad de hablar y reivindicar el papel de la mujer en la ciudad.

Nos parece importante comenzar poniendo sobre la mesa de una manera muy visual la incuestionable diferencia en las pautas de movilidad y uso de la ciudad por parte de hombres y mujeres. Son numerosos los estudios que atienden a esta cuestión y detectan diferencias que van desde un mayor uso del transporte público por parte de las mujeres, como su presencia dentro del sector, hasta la derivada de su mayor longevidad y papel en el hogar. Hemos querido resumir algunos de estos datos:

La pregunta es: ¿se planifica, ordena y gestiona la ciudad con perspectiva de género? 

Durante prácticamente el último siglo, el diseño de nuestras ciudades ha estado subordinado de manera casi exclusiva a un tipo de movilidad concreta: el transporte de punto a punto en vehículo privado, en su mayoría relacionado con fines de tipo productivo (de casa al trabajo y del trabajo a casa). Como resultado, nuestro espacio público se configura, aún a día de hoy, en torno a las necesidades del vehículo privado, protagonista forzoso de nuestro día a día. 

En una ciudad como Madrid, y en tantas otras, no solo el 80% del espacio libre está destinado en exclusividad al coche, sino que durante décadas, con la construcción de pasos elevados, túneles y aparcamientos subterráneos, hemos condicionado (o sacrificado) lo poco que nos quedaba de espacio para otras maneras de vivir la ciudad. A día de hoy son innumerables las secciones de calle con aceras de menos de 50cm y dos bandas de aparcamiento, las “plazas duras” sobre cuyas losas de hormigón no crecen árboles o las autopistas urbanas que levantan muros en mitad de barrios.

Avanzar hacia modelos de movilidad más justos e inclusivos implica un cambio radical en el planteamiento que apuesta por considerar como única opción válida la de ese desplazamiento lineal vinculado a lo productivo e incorporar la dimensión de lo reproductivo, de los cuidados y de la sostenibilidad de la vida en el diseño de nuestras ciudades. 

Cuando hablamos de ciudad feminista, de urbanismo con perspectiva de género, de ciudad de cuidados, nos referimos a un modelo que sabe responder a las necesidades de todas y todos por igual y que pone ahora el foco en la ciudad cercana, la escala de barrio, la movilidad no lineal y la recuperación de nuestro espacio público como lugar de vida colectiva.

Incorporar la perspectiva feminista en el diseño de nuestras ciudades implica que atender a las necesidades de la realidad cotidiana sea ahora el centro de toda transformación urbana. Invertir la pirámide de movilidad y replantear el reparto de nuestro espacio público para fomentar los desplazamientos de proximidad y la flexibilización de usos se configura como un primer paso ineludible y urgente. 

En contraposición con el modelo de movilidad productivo, debemos ahora incidir en los desplazamientos para las necesidades reproductivas y de cuidados: ir a la compra, movilidad escolar, ocio…  cuidar y cuidarnos. En este sentido, un sistema de transporte público orientado a satisfacer la demanda de viajes por motivos laborales, generalmente de una distancia mayor, y que adapta su infraestructura, sus frecuencias y, en general, su propio funcionamiento a este fin, olvidando su utilidad para las distancias cortas y fuera de horarios pico, no es un sistema completo. Tampoco lo es aquel que olvida llegar a todos los puntos de las ciudades en igualdad de condiciones. No ayuda, también hay que decirlo, un modelo urbanístico de décadas que ha salpicado las ciudades de polos de atracción comercial y de ocio dejando grandes desiertos residenciales sin vida propia. Un primer paso para avanzar hacia un cambio de modelo lleva asociado, por lo tanto, el fortalecimiento de un sistema de transporte público robusto, amplio, extenso, accesible, amable y seguro. 

Debemos igualmente atender a la movilidad peatonal y a la necesidad de que nuestro espacio público también se configure como lugar de vida colectiva, escenario de acciones espontáneas, espacio para el aprendizaje y el juego, y deje de servir de soporte para la ciudad del coche. La falta de accesibilidad, la escasa iluminación y los itinerarios inseguros son ejemplos que condicionan la movilidad de las mujeres, de los mayores o de los niños y niñas. Integrar la perspectiva de género en el diseño de nuestro espacio público implica impulsar esa movilidad a pie, la de los trayectos cortos, la que está asociada a las tareas de cuidados. Nuestro espacio público debe dejar de ser un depósito de vehículos y empezar a ser un lugar para la gente.

Si bien llevamos años hablando de este tema, ha sido el confinamiento derivado de la COVID y sus posteriores consecuencias lo que definitivamente parece haber posicionado en la agenda la necesidad de avanzar hacia un modelo de ciudad feminista y de cuidados. Esta nueva realidad que vivimos ha puesto de manifiesto la crisis de nuestras ciudades y gran parte de los problemas que hemos mencionado:el desequilibrio en el reparto de nuestro espacio público, la falta de zonas de esparcimiento y relación de calidad, la imposibilidad de caminar con seguridad por la ciudad o la falta de cercanía al comercio o la lejanía de los puestos de trabajo al lugar de residencia. Grandes ciudades como París, con la reciente propuesta de Ciudad de los 15 minutos, Milán, con el plan Strade Apere, Melbourne o Nueva York han sabido reaccionar a este nuevo paradigma, donde los principios de la ciudad feminista se aplican generando una enorme respuesta positiva cuyos beneficios transcienden a la totalidad de los vecinos y vecinas. 

La ciudad inclusiva, feminista y de los cuidados, se ha posicionado como alternativa a los problemas de la ciudad actual y que lejos de ser una “cosa de mujeres”, se desvela transversal a una sociedad que busca lograr una ciudad que se adapte a quienes la viven y la construyen. 

Somos Berta, Henar y Alicia, y nos incorporamos a esta nueva etapa de ecomovilidad.net con la ilusión de que, dentro de un tiempo, seamos muchas más mujeres hablando de esto. 

Sobre el autor
Arquitecta por la Escuela de Arquitectura de Madrid y doctoranda en urbanismo. Interesada en el análisis y el diseño del espacio público desde un punto de vista inclusivo y sostenible. Activista, apasionada y defensora de la movilidad ciclista.

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